He tenido a suerte de leer un trabajo de una joven
de 1º de bachiller, Ariadna Viera
Santana. Me ha sorprendido gratamente observar como los jóvenes de hoy en
día se interesan por la vida que llevaron sus abuelos.
Desde digitalfarocanarias.com
siempre hemos trabajado en esa línea, reconocimiento a la vida tan difícil que
llevaron nuestros abuelos al mismo tiempo que dar a conocer sus vidas para que
sus nietos, el futuro de nuestra
sociedad canaria, conozcan y comparen las dos formas tan diferentes de
afrontar la vida.
El trabajo consiste en una entrevista de Ariadna a
su abuela Lucrecia Bosa Santana (Lula),
una canaria de Tauro (Mogán), que nació el 12 de octubre de 1934.
Seguro que los
lectores compartirán mi impresión, excelente el trabajo y fiel reflejo, a
través de las respuestas de Lula, de cómo muchísimos canarios pasaron hambre y
necesidades en la postguerra.
(Artículo
de Ariadna Viera Santana)
Una
dura niñez a principios del siglo XX.
Hoy entrevistaremos a Lucrecia
Bosa Santana, una mujer que nació el 12 de octubre de 1934. Durante su vida
pasó por una guerra, una posguerra, una dictadura y una posterior democracia.
Es una mujer fuerte, con mucho
carácter y luchadora, que vivió una dura niñez, una difícil adolescencia y una
insegura madurez.
A pesar
de todo, ha sabido salir adelante por sus propios medios. Hoy en día, en recompensa a todos estos años de lucha,
con ochenta y un años vive rodeada de una gran familia que ha sabido construir
y mantener muy unida junto a su marido.
Ariadna: ¿Cómo era la casa en la que vivía?
Lula: En
aquella época solo había chozas de madera y cemento con el techo de planchas,
no había nada más. Eran cuatro paredes con dos habitaciones. En una de las
habitaciones dormíamos mis padres y mis cuatro hermanos. Todos juntos durmiendo
en una misma habitación. Y la otra era donde hacíamos la comida y comíamos.
A: ¿La casa contaba con agua corriente y
electricidad?
L: ¡Mi niña, eso era para la gente rica! No, no había ni agua
corriente ni luz. El agua había que ir a buscarla a un tanque (estanque) que había
entonces. Y luz en la casa tampoco había, usábamos velas o quinqués de gasoil o petróleo, que era una cacharrito al
que se le ponía gasoil y se encendía una mecha.
A: ¿Cómo eran en esa época los hábitos de
higiene?
L: ¡En esa
época no había de eso! No habían baños, no había donde ducharse, no había donde
cambiarse las mujeres cuando teníamos la regla, no nos peinábamos, no había
nada. Para lavarnos mi madre traía un cacharrito con agua o nos llevaba al
tanque para limpiarnos con un trapito mojado. Mi madre nos dejaba desnudos dentro de la casa para lavarnos la ropa,
porque era la única que teníamos.
A:
¿De qué dependía económicamente la
familia?
L:
Pues..., la familia dependía de los tomateros que plantábamos y al final del
año nos daban el dinero. Los amos
nos pagaban lo que les daba la gana, como nadie sabía ni leer ni escribir
ponían en los recibos que nos daban lo que ellos querían. Ponían a lo mejor,
que había quince cajas de tomates malas aunque en realidad eran todas buenas.
Siempre han estado los que se aprovechan de los más pobres.
A:
¿A qué edad comenzó a trabajar?
L:
Desde los siete años empecé a trabajar en los tomateros y
cargando leña. Caminaba más de ocho y nueve kilómetros por la mañana para
juntar leña y luego traerla. Desde los siete años cargaba con tres kilos de
leña a la cabeza y descalza, sin
tener nada más que un traje y las bragas, sin un abrigo para abrigarme
ni un poco de tela para cubrirme la cabeza. Nos llamaban las leñeras, a las que
cargábamos leña, que éramos muchas. Y desde esa misma edad empecé también en
los tomateros plantando y regando, desde entonces trabajé siempre en los tomateros.
A:
¿Dónde iban a comprar los alimentos?
L:
Donde vivíamos no había tiendas ni lugares donde ir a comprar. En Tauro solo
había tomateros, almacenes y poco más. Mi madre se iba a Telde o a otros sitios
y nos traía comida. Lo que más comíamos era pescado y gofio porque vivíamos en la playa. También había un lugar
donde ibas y te daban a lo mejor un kilo de gofio o un poco de aceite, lo que
te tocara había que cogerlo para todo el mes, porque no había otra cosa.
A:
¿Cuándo enfermaban que hacían y a dónde
iban?
L:
En Tauro no había médicos, casi todo lo
curábamos con remedios caseros. Si nos poníamos muy malos teníamos que ir de Tauro a Arguineguín por el mar.
Íbamos con un barquillo de remo o en un barco que pasaba cada dos días. Después
en Arguineguín nos subíamos a una camioneta de pescado para llegar a Las
Palmas. En ese tiempo no había carreteras, era todo tierra. Para llegar a Las Palmas tardábamos más de
un día, salíamos por la mañana y volvíamos al siguiente día.
A: ¿Cómo aprendió a leer y a escribir?
L: Yo nunca fui a la escuela, en aquella
época no habían en el pueblo donde yo vivía. Sé leer y escribir porque aprendí
yo sola después de grande. Con un manuscrito, escribía lo que ponía pero
después no sabía leerlo. Ya más adelante entre amigas, unas sabían más que
otras y nos explicaban. Practicaba escribiéndome cartas con una amiga que vivía
en la misma calle. Y así, poco a poco, fui aprendiendo a leer y escribir.
A:
¿Qué hacía en el tiempo libre?
L:
Solíamos ir a la playa, que era lo único que estaba bien en aquel tiempo. Nos bañábamos en el mar con un traje viejo,
porque no había bañadores. Lo único que teníamos era la playa. Ya cuando yo
tenía quince años, en los almacenes todos los domingos se hacían unos bailes,
donde algunos vecinos tocaban la guitarra. El
baile era para buscar los novios y estar con las amigas. Esa era la salida
nuestra, todos los domingos íbamos un ratito al baile.
A:
¿Qué le regalaban en navidad por los
Reyes Magos y por su cumpleaños?
L:
Cuando éramos niños el único que tenía
zapatos en mi casa era mi padre (él
trabajó toda la vida cuidando vacas, arando la tierra y con los carros
llevaba los tomates al almacén) pues, en esos zapatos viejos y sucios mi madre
nos echaba tres higos pasados y algunos caramelos o lo que encontraba. Y esos
eran nuestros regalos de reyes. Y los cumpleaños no se celebraban, yo no tuve nunca regalos cuando era una
niña. Ya más adelante cuando fui más grande mi madre nos hacía muñecas de
trapo, y se hacían tortillas de carnaval y caramelos para las fiestas.
A:
¿Cómo vivió su infancia en general?
L:
Más que nada pasé hambre,
necesidades de no tener ropa que ponerme. El
gofio me lo llegue a comer con tierra, teníamos que batirlo y batirlo para que la
tierra se fuera al fondo y podernos beber el agua con gofio.
Había
un pastor que venía de las cumbres a traer el ganado a Tauro, para que comieran
el pasto de los tomateros. Nos vendía el suero de las cabras (que es el agua
del queso), y además le echaba agua para después venderlo. Podías ver a todo el
mundo con un cacharrito para comprar suero al pastor porque no había nada que
comer.
Lo pase muy mal, la niñez fue una época
en la que no había nada, no sabíamos nada y teníamos miedo de todo, hasta de la gente. En el tiempo de
la guerra, nosotros con hambre, y no podíamos coger ni las naranjas ni los
mangos que estaban en el suelo. No los podíamos ni tocar porque todo era para
la gente rica. Ya después las cosas fueron
mejorando. Cuando yo tenía catorce o quince años ya había trabajos en los
almacenes, se hicieron las carreteras, ya llegaban los coches y camiones a
Tauro y podías ir por carretera a Mogán.
A: ¿Ve diferencia entre su infancia y la de
sus hijos y nietos?
L:
Mucha, mucha, como del blanco al negro. Todos
mis hijos estudiaron, tienen su carrera y su trabajo. Y mis nietos estudian
también. Las cosas han cambiado mucho para mejor, no son como cuando yo era
niña.
A:
¿Ve diferencias entre la democracia
actual y la dictadura de la época?
L:
Claro, ahora puedes comprar e ir a donde quieras y tienes más libertad para hacer las cosas. No como antes, que
no te dejaban entrar a las tiendas, ni a
muchos otros sitios, solo había el dinero requisado y la comida que te
daban. Todo eso ha cambiado mucho. ¡Gracias a Dios!
Nota de Diego Gutiérrez de
Ávila:
Gracias
a Lula, por sus maravillosas respuestas que nos han transportado a
un mundo totalmente diferente al que actualmente vivimos. Que todos seamos
capaces de reconocer el esfuerzo para sobrevivir que han hecho “nuestros
abuelos”.
Gracias
a Ariadna, es un placer, para todos aquellos que creemos en nuestra
juventud, el saber que hay jóvenes comprometidos con el maravilloso legado de
nuestros antepasados.
Gracias
a digitalfarocanarias.com por dar voz a estas personas, tanto mayores y jóvenes, por
permitir que, a través de su periódico, todos los canarios del sur-sureste
podamos tener la oportunidad de compartir “nuestras historias”.
Y, gracias a los lectores… compartan esta
bonita entrevista.