viernes, 7 de octubre de 2016

LA DURA NIÑEZ DE LOS CANARIOS EN LA POSTGUERRA


He tenido a suerte de leer un trabajo de una joven de 1º de bachiller, Ariadna Viera Santana. Me ha sorprendido gratamente observar como los jóvenes de hoy en día se interesan por la vida que llevaron sus abuelos.

Desde digitalfarocanarias.com siempre hemos trabajado en esa línea, reconocimiento a la vida tan difícil que llevaron nuestros abuelos al mismo tiempo que dar a conocer sus vidas para que sus nietos, el futuro de nuestra sociedad canaria, conozcan y comparen las dos formas tan diferentes de afrontar la vida.

El trabajo consiste en una entrevista de Ariadna a su abuela Lucrecia Bosa Santana (Lula), una canaria de Tauro (Mogán), que nació el 12 de octubre de 1934.

Seguro que los lectores compartirán mi impresión, excelente el trabajo y fiel reflejo, a través de las respuestas de Lula, de cómo muchísimos canarios pasaron hambre y necesidades en la postguerra.


(Artículo de Ariadna Viera Santana)

Una dura niñez a principios del siglo XX.


Hoy entrevistaremos a Lucrecia Bosa Santana, una mujer que nació el 12 de octubre de 1934. Durante su vida pasó por una guerra, una posguerra, una dictadura y una posterior democracia.
Es una mujer fuerte, con mucho carácter y luchadora, que vivió una dura niñez, una difícil adolescencia y una insegura madurez.
A pesar de todo, ha sabido salir adelante por sus propios medios. Hoy en día, en recompensa a todos estos años de lucha, con ochenta y un años vive rodeada de una gran familia que ha sabido construir y mantener muy unida junto a su marido.

Ariadna: ¿Cómo era la casa en la que vivía?

Lula: En aquella época solo había chozas de madera y cemento con el techo de planchas, no había nada más. Eran cuatro paredes con dos habitaciones. En una de las habitaciones dormíamos mis padres y mis cuatro hermanos. Todos juntos durmiendo en una misma habitación. Y la otra era donde hacíamos la comida y comíamos.

A: ¿La casa contaba con agua corriente y electricidad?

L: ¡Mi niña, eso era para la gente rica! No, no había ni agua corriente ni luz. El agua había que ir a buscarla a un tanque (estanque) que había entonces. Y luz en la casa tampoco había, usábamos velas o quinqués de gasoil o petróleo, que era una cacharrito al que se le ponía gasoil y se encendía una mecha.

A: ¿Cómo eran en esa época los hábitos de higiene?

L: ¡En esa época no había de eso! No habían baños, no había donde ducharse, no había donde cambiarse las mujeres cuando teníamos la regla, no nos peinábamos, no había nada. Para lavarnos mi madre traía un cacharrito con agua o nos llevaba al tanque para limpiarnos con un trapito mojado. Mi madre nos dejaba desnudos dentro de la casa para lavarnos la ropa, porque era la única que teníamos.

A: ¿De qué dependía económicamente la familia?

L: Pues..., la familia dependía de los tomateros que plantábamos y al final del año nos daban el dinero. Los amos nos pagaban lo que les daba la gana, como nadie sabía ni leer ni escribir ponían en los recibos que nos daban lo que ellos querían. Ponían a lo mejor, que había quince cajas de tomates malas aunque en realidad eran todas buenas. Siempre han estado los que se aprovechan de los más pobres.


A: ¿A qué edad comenzó a trabajar?

L: Desde los siete años empecé a trabajar en los tomateros y cargando leña. Caminaba más de ocho y nueve kilómetros por la mañana para juntar leña y luego traerla. Desde los siete años cargaba con tres kilos de leña a la cabeza y descalza, sin  tener nada más que un traje y las bragas, sin un abrigo para abrigarme ni un poco de tela para cubrirme la cabeza. Nos llamaban las leñeras, a las que cargábamos leña, que éramos muchas. Y desde esa misma edad empecé también en los tomateros plantando y regando, desde entonces trabajé siempre en los tomateros.

A: ¿Dónde iban a comprar los alimentos?

L: Donde vivíamos no había tiendas ni lugares donde ir a comprar. En Tauro solo había tomateros, almacenes y poco más. Mi madre se iba a Telde o a otros sitios y nos traía comida. Lo que más comíamos era pescado y gofio porque vivíamos en la playa. También había un lugar donde ibas y te daban a lo mejor un kilo de gofio o un poco de aceite, lo que te tocara había que cogerlo para todo el mes, porque no había otra cosa.

A: ¿Cuándo enfermaban que hacían y a dónde iban?  

L: En Tauro no había médicos, casi todo lo curábamos con remedios caseros. Si nos poníamos muy malos teníamos que ir de Tauro a Arguineguín por el mar. Íbamos con un barquillo de remo o en un barco que pasaba cada dos días. Después en Arguineguín nos subíamos a una camioneta de pescado para llegar a Las Palmas. En ese tiempo no había carreteras, era todo tierra. Para llegar a Las Palmas tardábamos más de un día, salíamos por la mañana y volvíamos al siguiente día.

A: ¿Cómo aprendió a leer y a escribir?

L: Yo nunca fui a la escuela, en aquella época no habían en el pueblo donde yo vivía. Sé leer y escribir porque aprendí yo sola después de grande. Con un manuscrito, escribía lo que ponía pero después no sabía leerlo. Ya más adelante entre amigas, unas sabían más que otras y nos explicaban. Practicaba escribiéndome cartas con una amiga que vivía en la misma calle. Y así, poco a poco, fui aprendiendo a leer y escribir.

A: ¿Qué hacía en el tiempo libre?

L: Solíamos ir a la playa, que era lo único que estaba bien en aquel tiempo. Nos bañábamos en el mar con un traje viejo, porque no había bañadores. Lo único que teníamos era la playa. Ya cuando yo tenía quince años, en los almacenes todos los domingos se hacían unos bailes, donde algunos vecinos tocaban la guitarra. El baile era para buscar los novios y estar con las amigas. Esa era la salida nuestra, todos los domingos íbamos un ratito al baile.

A: ¿Qué le regalaban en navidad por los Reyes Magos y por su cumpleaños?

L: Cuando éramos niños el único que tenía zapatos en mi casa era mi padre (él  trabajó toda la vida cuidando vacas, arando la tierra y con los carros llevaba los tomates al almacén) pues, en esos zapatos viejos y sucios mi madre nos echaba tres higos pasados y algunos caramelos o lo que encontraba. Y esos eran nuestros regalos de reyes. Y los cumpleaños no se celebraban, yo no tuve nunca regalos cuando era una niña. Ya más adelante cuando fui más grande mi madre nos hacía muñecas de trapo, y se hacían tortillas de carnaval y caramelos para las fiestas.

A: ¿Cómo vivió su infancia en general?

L: Más que nada pasé hambre, necesidades de no tener ropa que ponerme. El gofio me lo llegue a comer con tierra, teníamos que batirlo y batirlo para que la tierra se fuera al fondo y podernos beber el agua con gofio.
Había un pastor que venía de las cumbres a traer el ganado a Tauro, para que comieran el pasto de los tomateros. Nos vendía el suero de las cabras (que es el agua del queso), y además le echaba agua para después venderlo. Podías ver a todo el mundo con un cacharrito para comprar suero al pastor porque no había nada que comer. 
Lo pase muy mal, la niñez fue una época en la que no había nada, no sabíamos nada y  teníamos miedo de todo, hasta de la gente. En el tiempo de la guerra, nosotros con hambre, y no podíamos coger ni las naranjas ni los mangos que estaban en el suelo. No los podíamos ni tocar porque todo era para la gente rica. Ya después las cosas fueron mejorando. Cuando yo tenía catorce o quince años ya había trabajos en los almacenes, se hicieron las carreteras, ya llegaban los coches y camiones a Tauro y podías ir por carretera a Mogán.

A: ¿Ve diferencia entre su infancia y la de sus hijos y nietos?

L: Mucha, mucha, como del blanco al negro. Todos mis hijos estudiaron, tienen su carrera y su trabajo. Y mis nietos estudian también. Las cosas han cambiado mucho para mejor, no son como cuando yo era niña.

A: ¿Ve diferencias entre la democracia actual y la dictadura de la época?
L: Claro, ahora puedes comprar e ir a donde quieras y  tienes más libertad para hacer las cosas. No como antes, que no te dejaban entrar a las tiendas, ni a muchos otros sitios, solo había el dinero requisado y la comida que te daban. Todo eso ha cambiado mucho. ¡Gracias a Dios!



Nota de Diego Gutiérrez de Ávila:

Gracias a Lula, por sus maravillosas respuestas que nos han transportado a un mundo totalmente diferente al que actualmente vivimos. Que todos seamos capaces de reconocer el esfuerzo para sobrevivir que han hecho “nuestros abuelos”.

Gracias a Ariadna, es un placer, para todos aquellos que creemos en nuestra juventud, el saber que hay jóvenes comprometidos con el maravilloso legado de nuestros antepasados.

Gracias a digitalfarocanarias.com por dar voz a estas personas, tanto mayores y jóvenes, por permitir que, a través de su periódico, todos los canarios del sur-sureste podamos tener la oportunidad de compartir “nuestras historias”.

Y, gracias a los lectores… compartan esta bonita entrevista.


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