Muchos somos los que nos hemos enfrentado a la
situación de ver a nuestros seres
queridos en “coma médico”.
Nadie desea estar en esa situación, pero si ocurre,
habrá que saber afrontarla.
Agradeciendo al periódico digitalfarocanarias.com que no solo nos de noticias, sino que
también nos permita ser parte de él y expresar nuestras emociones, quiero
enviar este artículo, que espero me publiquen, para intentar ayudar a los
familiares de personas que se encuentran en esta situación y , a la vez, darles algunos consejos sobre como actuar ante
la misma.
Hay una creencia generalizada de que las personas
que están en coma, “ni sienten ni padecen”, que no nos oyen. Yo mantengo que si que son capaces de oírnos
y sentirnos.
He querido
explicar mi creencia a través de imaginar que sentía mi padre mientras él estaba
en coma inducido, días antes de irse físicamente, porque espiritualmente sigue viviendo
en mi.
Nadie puede aconsejar a nadie los pasos a seguir en
caso de encontrarse con esta situación tan difícil, pero estoy convencido de
que hay que tratarlos como que nos oyen,
nos sienten, que en esos momentos de
“transito”, nosotros si que podemos
hacer algo, ayudarlos a irse en paz.
Tenemos que hablarlos intentando que se relajen,
decirles cosas bonitas y positivas, que sientan
el contacto de nuestras manos, nuestros
labios besándoles la frente, en definitiva, hablar con ellos…. Y darles esperanzas, aunque sepamos que ya no
las hay…
Lo que no podemos hacer es estar junto a ellos
gritando, hablando directamente junto a otros visitantes de su muerte, ponerles
en una situación de posible nerviosismo cuando lo que más necesitan ya es el relax ante el final de sus vidas.
__________ __________
Dedicado a ti,
Papá
Esto es lo que realmente hubiera deseado oír:
“No se lo que me pasa, no puedo moverme. Oigo voces
que no reconozco, siento que me tocan, parecen que me lavan…pero sigo sin ser
capaz de moverme.
¿Estaré soñando?. No lo creo, todo me parece
demasiado real.
Alguien me está cogiendo mi mano izquierda, me
aprieta mi mano pero yo no soy capaz de responder apretando la mía.
Me está acariciando el pelo, suavemente. Si, lo
reconozco, ¡es mi hijo, mi hijazo Pablo!.
Ahora me habla, me dice que toda mi familia está
fuera, en una sala, pero que solo le dejan entrar a él a verme.
Mientras me acaricia el pelo me dice que todos mis
hijos varones envidian mi pelo, lo conservo todo. Ellos lo han ido perdiendo.
Saldrán a la familia de su madre.
Mi hijo me
está contando que todo está bien, que ya no hay motivo para preocuparse porque
el médico les ha asegurado que me pondré bien y que mi esposa y todos ellos
están felices por la idea de tenerme pronto de vuelta a casa.
Me cuenta que han tenido que inducirme al coma solo
por precaución, para que la recuperación de la operación sea más rápida. Ahora
ya se lo que me pasa.
Si me lo dice
mi hijo, es que es verdad. Yo creo en él.
Me dice que sabe que le oigo, que le siento…y es
verdad.
Me gusta escucharle, me cuenta historias de cuando su
madre y yo nos quedábamos en su casa en Gran Canaria, su voz suena cálida y
todo lo que me cuenta me relaja, son cosas bonitas y sé que él sabe que lo
oigo. Dice que tenemos que volver a
Maspalomas en cuanto me recupere.
Debido a las normas del hospital solo le dejan
entrar tres veces al día, pero me dice que están todos a pocos metros de mi,
esperando a que le vuelvan a dejar visitarme. Que no me preocupe, que no estoy solo.
Ya no intento moverme, ambos nos estamos
comunicando, mi hijo siempre me comprendió.
No se cuanto tiempo ha pasado, pero oigo una voz
femenina diciendo a mi hijo que ya tiene que salir, que ha pasado ya el tiempo
de la visita.
Siento como mi hijo me besa la frente mientras me
sigue acariciando el pelo. Su mano ya se ha desprendido de la mía.
Se que volveré a sentirle… pero antes de irse me
vuelve a coger la mano, esta vez la derecha.
Noto que alguien aprieta mi mano izquierda, la que
poco antes me acariciaba mi hijo.
Siento que me besa la frente mientras me dice: “Pablo, te quiero”. ¡Como
para no reconocerla!, es Virginia,
mi esposa, cuantos años juntos, toda mi vida junto a ella y mis seis hijos.
Quiero decirle
a mi esposa que la siento, que se que está junto a mi, pero no puedo…
No se de donde me salen las fuerzas, pero lo
consigo.
Aprieto la mano de mi hijo con fuerza mientras me la
llevo a mi pecho, su mano me sirve como una palanca para levantar mi cuerpo. Logro levantarme un poco mientras intento
abrir los ojos y mirar a mi esposa, lo consigo brevemente, tan solo unas
décimas de segundo, pero las fuerzas me fallan y mi cuerpo, incapaz de
controlarlo por más tiempo, vuelve
a caer sobre la cama. Pero si, la he
visto, he visto su cara mirándome con cariño.
Ya tan solo soy
capaz de soltar una lágrima y la siento correr por mi mejilla. Pero no sufro, es una lágrima de
emoción por sentir tan cerca a mi esposa, es una forma de decirle a ella que la
quiero.
Mi hijo me susurra al oído: “Papá, no sufras,
relájate y descansa. Pronto estaremos juntos”.
Mi esposa solo
me sigue diciendo: “Pablo, te quiero”.
Los siento marcharse, pero sé que será verdad, que pronto
volveré a estar junto a ellos.”
Dedicado a mi padre Pablo Jiménez González y a todas
las personas que han pasado por ello.
Mi intención con este artículo es pedir a todos los
familiares y amigos que tienen a una persona en coma, que hablen con ellos, que les
cuenten cosas bonitas, relajantes. Que
sepan que ellos nos oyen.
Comportémonos
con ellos como algún día nosotros querríamos que ellos se comportaran así con
nosotros. Es lo que nos hace realmente ser “humanos”.
Pablo Jiménez
Gutiérrez
Por Diego Gutiérrez de Ávila
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